Conciertotango
Una de las imágenes publicitarias más impactantes que se
proyectan por esta época en las pantallas promocionales de la avenida 9 de julio en Buenos
Aires, es la de una pareja de bailarines ampliados en tamaño gigante, tamaño
edificio, vistos desde una perspectiva cenital. Sólo se ve la cima del sombrero
del hombre y la cabeza y los brazos desnudos de la mujer y esa imponente fotografía basta
para preguntarse dónde será posible encontrar algo tan monumental como ese
fragmento de noche tanguera visto desde un palco lejano.
La obra se llama Conciertotango,
un nombre escrito así, de corrido, con la palabra cierto escrita en cursivas. Ese ensamble del título sugiere varias cosas, una de las
cuales es concierto y la otra tango y con esa
idea el espectador puede llegar a la sala 3 del Centro Cultural Borges.
La publicidad no aclara muy bien de qué se trata. Menciona
apenas que es una nueva versión “en sonido e imágenes 5.1”, lo cual genera la
opción de preguntarle a quien recibe las boletas para ingresar, si se
trata de un video. La señora responde como quien tiene miedo de que el
espectador se devuelva, que no, que son dos bailarines, que hay unas historias
muy bonitas y que el espectador tiene que pensar. (Ahí me preocupé).
En el pequeño auditorio dotado con sillas plegables, el frío
que emana el ruidoso aire acondicionado del salón, golpea al público que llega con su vestuario ligero, apenas apropiado para el verano de enero. Media sala ocupada fue el segundo
campanazo. Esa imagen en la avenida bastaría para llenar teatros cinco veces
más grandes aunque fuera martes, pero no. Setenta, ochenta personas acaso se
disponían a helarse.
El programa de mano aclara ya, que se trata de un espectáculo
de multimedia con imágenes proyectadas, música grabada y danza en vivo. La obra
empieza y aparecen los actores bailarines pretendiendo narrar 3 historias de
amor. Al principio dejan saber con sus danzas en zapatillas de ballet, que han
recorrido esa escuela clásica y lo recalcarán durante el resto del espectáculo.
Después viene el tacón, (taco para los argentinos) y la
zapatilla y ya se caracterizan como bailarines de tango, hacen figuras de tango
pero insisten en demostrar como para que no queden dudas, que saben pasos de
ballet y los intercalan en sus
coreografías.
Hacen un baile sobrio, casi los mismos pasos todo el tiempo.
Cambia el vestuario y las imágenes proyectadas pero en el deseo de los bailarines continúa la idea que tienen, de estar contando 3 historias diferentes.
Al parecer no quedan muy claras las supuestas tres historias y a lo mejor por eso, después de varios intentos fallidos de caracterizarse a sí mismos como espectadores y con pretensiones humorísticas preguntar al público si ya empezó el espectáculo, cuando termina la función y reciben unos aplausos tan fríos como el clima que ha logrado el aire acondicionado, indican con gestos al público para que espere y lea en el video de qué se trataba el asunto.
Al parecer no quedan muy claras las supuestas tres historias y a lo mejor por eso, después de varios intentos fallidos de caracterizarse a sí mismos como espectadores y con pretensiones humorísticas preguntar al público si ya empezó el espectáculo, cuando termina la función y reciben unos aplausos tan fríos como el clima que ha logrado el aire acondicionado, indican con gestos al público para que espere y lea en el video de qué se trataba el asunto.
Entonces aparecen en generador de caracteres, escritos los nombres de los personajes que nadie vio, las tres
historias que no lograron contar y queda claro por qué la señora que recibe las boletas, advertía que había que pensar. Yo no
pude.
Lo cierto es que no hay concierto, que hay “cierto” tango y
que la palabra cierto tiene varias acepciones: una como verdadero o
indiscutible y otra como indicador de que hay algo de eso pero sólo algo.
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