miércoles, 16 de enero de 2013

Conciertotango


Conciertotango

Una de las imágenes publicitarias más impactantes que se proyectan por esta época en las pantallas promocionales de la avenida 9 de julio en Buenos Aires, es la de una pareja de bailarines ampliados en tamaño gigante, tamaño edificio, vistos desde una perspectiva cenital. Sólo se ve la cima del sombrero del hombre y la cabeza y los brazos desnudos de la mujer y esa imponente fotografía basta para preguntarse dónde será posible encontrar algo tan monumental como ese fragmento de noche tanguera visto desde un palco lejano.

La obra se llama Conciertotango, un nombre escrito así, de corrido, con la palabra cierto escrita en cursivas. Ese ensamble del título sugiere varias cosas, una de las cuales es concierto y la otra tango y con esa idea el espectador puede llegar a la sala 3 del Centro Cultural Borges.

La publicidad no aclara muy bien de qué se trata. Menciona apenas que es una nueva versión “en sonido e imágenes 5.1”, lo cual genera la opción de preguntarle a quien recibe las boletas para ingresar, si se trata de un video. La señora responde como quien tiene miedo de que el espectador se devuelva, que no, que son dos bailarines, que hay unas historias muy bonitas y que el espectador tiene que pensar. (Ahí me preocupé).

En el pequeño auditorio dotado con sillas plegables, el frío que emana el ruidoso aire acondicionado del salón, golpea al público que llega con su vestuario ligero, apenas apropiado para el verano de enero. Media sala ocupada fue el segundo campanazo. Esa imagen en la avenida bastaría para llenar teatros cinco veces más grandes aunque fuera martes, pero no. Setenta, ochenta personas acaso se disponían a helarse.

El programa de mano aclara ya, que se trata de un espectáculo de multimedia con imágenes proyectadas, música grabada y danza en vivo. La obra empieza y aparecen los actores bailarines pretendiendo narrar 3 historias de amor. Al principio dejan saber con sus danzas en zapatillas de ballet, que han recorrido esa escuela clásica y lo recalcarán durante el resto del espectáculo.

Después viene el tacón, (taco para los argentinos) y la zapatilla y ya se caracterizan como bailarines de tango, hacen figuras de tango pero insisten en demostrar como para que no queden dudas, que saben pasos de ballet  y los intercalan en sus coreografías.

Hacen un baile sobrio, casi los mismos pasos todo el tiempo. Cambia el vestuario y las imágenes proyectadas pero en el deseo de los bailarines continúa la idea que tienen, de estar contando 3 historias diferentes.

Al parecer no quedan muy claras las supuestas tres historias y a lo mejor por eso, después de varios intentos fallidos de caracterizarse a sí mismos como espectadores y con pretensiones humorísticas preguntar al público si ya empezó el espectáculo, cuando termina la función y reciben unos aplausos tan fríos como el clima que ha logrado el aire acondicionado, indican con gestos al público para que espere y lea en el video de qué se trataba el asunto.

Entonces aparecen en generador de caracteres, escritos los nombres de los personajes que nadie vio, las tres historias que no lograron contar y queda claro por qué la señora que recibe las boletas, advertía que había que pensar. Yo no pude.

Lo cierto es que no hay concierto, que hay “cierto” tango y que la palabra cierto tiene varias acepciones: una como verdadero o indiscutible y otra como indicador de que hay algo de eso pero sólo algo.



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