El domingo más grande
No importa qué día del calendario le corresponda, el primero
de enero siempre se comportará como un domingo, el domingo más grande de todos.
Las calles vacías como nunca, reciben las basuras de la noche anterior y los
pocos paseantes que resucitan de la fiesta de fin de año. En países como Chile la ley exige cerrar en esta fecha los establecimientos de comercio, así que
apenas se encuentran algunos lugares de obligatoria apertura como hoteles,
contados restaurantes y terminales de transporte, puertos y aeropuertos. Lo
demás, incluyendo los almacenes del Duty
Free de los aeropuertos, permanece cerrado. Los pocos empleados que ese día
laboran, sienten la pesadez de una noche de copas y muchos deciden empatar la
fiesta con la jornada laboral, luciendo sus ojeras tras esmeradas
sonrisas.
Bajo el sol canicular del verano santiagueño se arma una
fiesta en la fuente donde algún mendigo se baña y brinda a solas con los restos
de cerveza de una lata abandonada. Mucha menos gente viaja en estas fechas de temporada alta dando respiro a los funcionarios de los aeropuertos
que el día anterior han tenido tal vez la jornada más agitada de sus vidas
recibiendo viajeros que se apresuran a compartir las fiestas con su
familia.
Hay ecos de promesas que se hacen dando crédito a la
nomenclatura que pretende diferenciar un día del otro y le asigna al 31 de
diciembre un carácter terminal, un lugar como fecha de cierre donde se
entierran recuerdos, se toman decisiones, alguien jura que dejará de fumar o de
beber o de comer en exceso, alguien más se promete ejercitarse “este año sí”.
El primero de enero tal vez las promesas ya empiezan a
inclumplirse o aplazarse y ya el recuerdo de la noche anterior, si es que
llega, no tiene la euforia de unas horas
atrás.
Hay pies cansados de bailar, vestidos con olor a cigarrillo,
huellas de copas en los manteles, tal vez persista la pesadez de las grandes
cenas donde no hay vetos para servir y repetir las viandas que con
anticipación se han diseñado para los comensales. Los turistas que no reservaron su lugar a lo mejor tuvieron problemas para comer
esa noche donde las cartas de los restaurantes se esmeran en ofrecer lo mejor
de su repertorio.
También en las casas las familias preparan delicias. Después de varios días de condimentos, llegan a las mesas pavos, pollos, cerdos, salmones o corderos, según los gustos y presupuestos y el primero de enero se nota por la acumulación de trastos en la cocina y demás vestigios que desordenan la vida normal.
También en las casas las familias preparan delicias. Después de varios días de condimentos, llegan a las mesas pavos, pollos, cerdos, salmones o corderos, según los gustos y presupuestos y el primero de enero se nota por la acumulación de trastos en la cocina y demás vestigios que desordenan la vida normal.
Un gran domingo se apodera de la gente y sólo el
planeta sigue sin inmutarse, dando la vuelta al sol sin cambiar su ritmo, sin
darse cuenta que hay un año nuevo.
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