Sueños de turista
El sueño de un turista es no ser turista. Poder vivir las
ciudades jugando de local, sabiendo los trucos y los desvíos para llegar más
rápido al mejor lugar. Es solo un sueño. No hay tal. Un turista siempre será un
turista a menos que sea llevado de la mano de un nativo y en ese caso ya no es
un turista sino un nativo adoptado.
Cualquiera que llegue a España buscando el flamenco vernáculo,
el fado íntimo en Portugal, el son o el bolero auténtico en Cuba o el tango en
Argentina, tiene que dar muchos tropezones antes de encontrar, si es que
existe, esa virginidad de las expresiones populares que han trascendido más
allá de su parroquia.
En Buenos Aires, para saborear la parrilllllllllla, (me
gustaría que la grafía me permitiera trasmitir esa sonoridad de la doble ele en
Argentina), o la pasta casera, o cualquiera de las variaciones de la cocina
regional, hay que pasar por los famosos para después acercarse a la esencia. Y
siempre se puede uno equivocar.
Un recorrido por las cocinas bonaerenses es la oportunidad
de deleitarse con una manera de entender el gusto por la comida que ha llegado
a un alto nivel sin importar mucho el quién y el dónde. En Buenos Aires se
come bien. Hay una cultura que heredó la fusión con diferentes gastronomías de
europeos inmigrantes que se han vuelto raizales, como los italianos o los
españoles, hay tradición de horno, de carbón, de cazuela, de cacerola.
La carne es una protagonista que ha alcanzado el estrellato.
Se come bien gracias a la buena crianza del ganado, a los buenos cortes, la
maduración y sobre todo el tratamiento con el calor y la sal que ha hecho
maestros a los parrilllllllleros porteños.
No hay que pagar fortunas en Puerto Madero, el centro
comercial gastronómico que recuperó las viejas bodegas del puerto, para comer
igual de bien en cualquier comedor de barrio o en los tradicionales
restaurantes del centro alrededor de los teatros, que aunque ya no conservan su
tradición de 24 horas, tienen horarios más amplios y trasnochadores. Se come muy bien en los barrios de moda como Palermo o Recoleta, al igual que en Almagro, Caballito, Boedo y un largo etcétera.
La pasta está incorporada al plato cotidiano y por eso es
buena casi siempre. Los mariscos son bien tratados en comedores especializados
donde la pesca fresca hace festines. La herencia española se conserva con
excelentes alternativas y por supuesto la cocina de otras partes del mundo, la
India, Tailandia, Japón, China y Alemania por nombrar algunos.
Así que las excursiones del turista no requieren de mucha
suerte para encontrar en la calle, en cualquier parte, la expresión auténtica
de la gastronomía, cosa que no es tan fácil de lograr con el tango, otra de las
apetecidas búsquedas del viajero.
Hay tango sí, en muchas partes. Todos los días se encuentran
ofertas: Tango cena, tango show, tango callejero, milongas, sitios donde sólo
se baila con música grabada, sitios con baile y orquesta, cantantes callejeros,
cantantes con pistas de sonido, tango en los parques, en fin. Tango por todas
partes. Pero el tango tango, el que supuestamente no es para turistas está por
inventar, sobre todo porque el turismo como plaga se toma todos los rincones
del planeta y con sus cámaras arrebata en segundos la intimidad que por demás
no se protege porque qué más quisiera un intérprete que ser divulgado.
Pero hay tangos de tangos. Una cosa son los espectáculos
armados con el esquema del show de parejas de bailarines que se saben los
trucos para enredar las piernas y elevarlas o estirarlas haciendo todo tipo de
piruetas, que suelen ir acompañados de orquesta básica con piano, bandoneón,
contrabajo y violín, a veces guitarra y uno o dos cantantes que pasean por las
melodías que todo el mundo se sabe. No puede faltar en ellos Mi Buenos Aires querido, Caminito y Volver. Así se le da gusto a un sector
del turismo que no tiene ahí la oportunidad de acercarse a ese universo inmenso
del tango más allá de la superficial dosis básica para principiantes.
No pueden en una hora salirse de ese prototipo de tango para
turistas, espectáculos como Pasión de
tango y otros que presenta el Centro Cultural Borges o los shows de los
restaurantes que incluyen cena en sus paquetes comerciales. Hay calidad en la
mayoría, buenos bailarines, buenos músicos pero falta alma, entrega, algo que
no le deje saber al espectador que el elenco está de afán, cumpliendo un
compromiso por un dinero.
Y no se va más allá de la avenida principal, no hay desvíos,
ni búsquedas, ni exploraciones por la maraña de la poesía que el tango ofrece,
nada que el público no se sepa ya de memoria y pueda corear. Por eso da gusto ir un martes a La Cumparsita y disfrutar de un elenco de artistas entregados a su oficio, maestros con trayectoria en
las grandes orquestas de la leyenda y pasar una noche en este pequeño lugar
cara a cara con los músicos y los bailarines que integran al público en una
fiesta diferente cada noche.
También emocionan propuestas como la Maldita milonga y la Bendita
milonga de la orquesta El Afronte en San Telmo, que ya había mencionado en
este blog, un espectáculo intenso que integra la música y la danza y el Canning,
donde la milonga se prolonga hasta el amanecer y una excelente orquesta inicia
su espectáculo a las tres de la mañana. Allí hay show de bailarines profesionales que
demuestran su virtuosismo no solo ante los turistas sino también ante los bailarines locales que van habitualmente a practicar sus destrezas y lo hacen muy bien.
La confitería La Ideal es caso aparte, una verdadera
institución con una de las decoraciones más bellas donde se reúnen bailarines
de talla mayor, en edad y calidad. Verdaderos personajes que han bailado en pareja
por más de 5 o 6 décadas y desafían con garbo el paso del tiempo. Un tango de
gran categoría se degusta en este sitio donde también como en la mayoría, hay
clases en el día y el turismo encuentra una oportunidad de dar sus primeros
pasos tangueros. Existen además profesores como Carlitos, cuya tarjeta lo
presenta como “acompañante de damas”.
Un gran hallazgo es Sanata Bar en Almagro, donde jóvenes
intérpretes hacen gala de su talento con sentidas interpretaciones del tango. A
la una de la mañana la sorpresa es comprobar que dos de los músicos que minutos
antes tocaban en la casa Homero Manzi en San Juan y Boedo Antiguo, se habían
transformado ya sin sus trajes de ceremonia,
en el grupo Siete y Medio que a esa hora inicia su show en este
concurrido bar. Mayumi Urquino, la violinista y Juan Bertoli, el bajista, ya vestidos con su traje informal, integran con Nahuel López en el bandoneón y Tomás Regolo en el piano, una
orquesta de altísimo nivel que también se presenta los lunes en el bar Vinilo.
Como ellos muchos más por descubrir en esta ciudad inmensa.
Música en vivo con encanto como la que se escucha en Pan y Teatro, un
restaurante en Boedo, con carácter y personalidad, donde un elenco de músicos
que hace 25 años se presentan en el barrio, piano, voz y bandoneón, resuena en
la hermosa casa de altos techos, rodeada de una enredadera de Bignonia que da
sombra a la acera.
Germinal, su dueño, a partir de su experiencia con el teatro,
se descubre como pintor y crea este espacio experimental que buscó en sus
raíces familiares el sabor mendocino y sus recetas criollas con platos al barro,
a la cacerola y a la masa. Antonia, su madre, se pasea entre las mesas, y los
objetos antiguos como certificado de autenticidad de la cocina casera.
Hay peñas, sitios donde se baila folclor argentino,
chacareras, milongas para jubilados, muchas cosas más cada noche. Se necesita mucho tiempo para seguir
indagando los misterios de una ciudad tan intensa como esta, pero un turista es
un turista, no tiene remedio y algún día, después de sentirse conquistador en
selvas de cemento, debe aterrizar ante la inminencia de la maleta pendiente y
el regreso a su casa.
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