Gasalla campeón
Después de recorrer la cartelera teatral bonaerense en el
verano de 2013 y asistir a las principales obras que se anuncian en esta época,
pasando por espectáculos de Stand up
comedy, teatro clásico, obras musicales, comedia y tragedia, teatro
comercial, alternativo y callejero,
queda el gran impacto acerca de la oferta variada que ofrece esta capital.
La diversidad es destacable y las propuestas pueden gustar o
no gustar al espectador pero en su conjunto dan la idea de lo que ha sido una
tradición que ha consolidado no solo unos géneros artísticos sino una verdadera
escuela de dramaturgos, actores, directores, escenógrafos, vestuaristas,
sonidistas, luminotécnicos, tramoyistas, diseñadores gráficos y un largo
etcétera de oficios profesionales asociados.
No se pueden sacar conclusiones definitivas después de un
paso fugaz, pero si algo llama la atención es un fenómeno que sobrepasa todas
las propuestas y que ha permanecido por años en Argentina agotando localidades
en capital y provincia.
Antonio Gasalla es un actor que se destaca de una manera
indiscutible en el panorama de la comedia en su país. Tiene el don mágico que
no todos los actores logran aún con talento, trayectoria y formación. Gasalla
es único y estará siempre en el corazón de su público porque ha llegado a su
fondo, porque toca la esencia del alma humana y la devuelve a la escena con ternura,
picardía, mordacidad y un espíritu crítico que identifica y hace pensar a quien
lo ve, que alguien se ha solidarizado con sus desgracias cotidianas.
Aparece el país con sus gobernantes que terminan derrocados en
escena sin otra arma diferente a la del humor. Cada rasgo de su altanería,
suficiencia, arrogancia, inoperancia, corrupción, prepotencia o incapacidad, se
pavonea en la ficción con una gracia que permite llegar al fondo de la
frustración que ha generado en sus electores dando golpes de estado virtuales
propinados en complicidad con la risa de la concurrencia.
Cuando brota del subsuelo esa diminuta figura inverosímil y
la sala estalla en aplausos, empieza la carcajada. Aún el espectador que no
tiene referentes de sus amados personajes triunfadores en el teatro y la
televisión, percibe al comediante que con su imagen a secas ya ofrece motivos
para hacer sentir una simpatía que va creciendo a medida que avanza el
espectáculo.
En Gasalla Nacional,
la obra que actualmente se presenta por 12 semanas en el teatro El Nacional de
la calle Corrientes, el actor transita por el escenario como si fuera su casa y
desde allí da la bienvenida al público como quien recibe con calidez a sus
invitados a quienes se acerca en la
platea y saluda improvisando con gracia, de acuerdo a lo que ocurra cada noche.
Llueven dólares desde el balcón y el actor sale a
repartirlos por la platea como consuelo ante la crisis cambiaria que enfrenta
el país y empieza la fiesta de papel donde desfilan personajes como Obama, los
presidentes latinoamericanos, los argentinos por supuesto y no paran las
carcajadas ante la fina irreverencia con la que alude rasgos de la actualidad
política. Memorable la alusión a la visita de Cristina al presidente Mujica en su casa en Uruguay,
donde ella muy precavida prefiere llevar su ración de sushi por si acaso él la
atiende con su consabida austeridad.
Después los personajes que lo han hecho inolvidable y que
están inscritos en su repertorio desde hace más de 30 años, salen al ruedo y
demuestran sus virtudes. El popurrí de Soledad Solari es memorable, la doctora
Gutman, sicoanalista perversa; Flora, la empleada pública y la abuela, van
subiendo la intensidad de la comedia que termina en una ovación conmovedora.
Después de ver el talento, la capacidad histriónica, la sencillez,
la aguda crítica, la facilidad de narrar la esencia de un pueblo con humor, no
quedan dudas. En la comedia argentina Gasalla es campeón.
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