sábado, 12 de enero de 2013

Las mujeres que (M)aman demasiado


Las mujeres que (M)aman demasiado

Inspirado en el título del libro de Robin Norwood,  Las mujeres que aman demasiado, Eduardo Grilli agrega una M antes del aman y escribe la obra que se exhibe en la sala Colette de Buenos Aires desde 2009, donde ha permanecido en cartelera con varios elencos en el Paseo La Plaza, en pleno corazón del teatro Off de la calle Corrientes. Susana Giannone, Silvina Schroeder, Tamara Papadópulo y Connie Ballarini dirigidas por Pablo Rodríguez Albi la protagonizan.

Algunos corrillos intelectualoides ni siquiera pondrían la obra en consideración en razón de sus muchos pecados: uno, que aluda a un Bestseller; dos, que se aproxime al género de la autoayuda, pues al interior de esas logias oscurantistas se ha decretado que vender es sospechoso y la literatura de esa índole es despreciable. (Confieso después de 30 años de sicoanálisis que he leído a escondidas dos veces el libro en mención). El tercer “pero” sería el lugar. Un teatro de vodevil, un cabaret pequeño donde el tiquete de entrada incluye una “consumición”.

En un escenario de 6 metros de ancho por cuatro de fondo (si mucho) y con un equipo de iluminación básico, una escenografía que crea espacios sin ningún protagonismo, cuatro actrices empiezan el espectáculo media hora después de lo anunciado, cuando  el bar ha atendido todas las mesas.

Hasta ahí se sigue sospechando de haber cometido un error, solo hasta ahí. Cuando la primera actriz irrumpe entre el público improvisando con humor con los espectadores, (perdón, espectadoras pues las mujeres son mayoría) y luego se presenta a sí misma e invita a las otras tres actrices a escena, empieza un juego que dura un poco más de una hora donde la comedia reina de principio a fin.

La obra apenas tiene el título como referente del libro de Norwood, pues los personajes no encajan en las descripciones de la patología del bestseller. Estas mujeres aman demasiado no tanto, o no solo porque amen demasiado al hombre de sus vidas sino porque aman tal vez demasiados hombres o al menos hombres demasiado próximos.

El pretexto de una fiesta para exorcizar el dolor causado por la traición de sus parejas mediante una ceremonia de vudú, al cabo de los tragos se convierte en una ronda de sinceridades innecesarias donde queda claro que todas han sido amantes de los maridos ajenos.

Como la comedia siempre parte de la tragedia, la situación es muy divertida y la actuación delirante de las cuatro actrices reivindica la capacidad liberadora del arte cuando se vuelve espejo y devela el secreto a voces de las mujeres traicionadas: haber tomado la iniciativa de la traición y después aterrarse de que alguien sea capaz de hacer lo mismo.

Hay mucho ritmo, una velocidad endemoniada en el idioma muy propicia para provocar carcajadas, mucho talento, técnica corporal, experimentos con la voz y una entrega total por parte de las cuatro actrices. Al final las mujeres se preguntan por qué no llevaron el muñequito de su pareja cosido en tela para unirse a ellas en el ritual de clavarle alfileres para exorcisar su apego patológico.


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