Buenos Aires tiene más de cien museos. Los hay de todo tipo,
artes plásticas, historia, antropología, deporte, medicina, farmacéutica,
etnias, tradiciones, religiones, diseño,
objetos decorativos, armas, estampillas, animales, personajes de la política,
la pintura, la literatura, músicos, actores, militares, en fin. Son más de
cien, sin contar la ciudad misma que en sus calles va exhibiendo a tramos
piezas arquitectónicas que dan cuenta de épocas y gustos, cada cual con su
historia.
Hay colecciones como la del museo de Bellas Artes con
piezas de artistas internacionales desde la edad media hasta el siglo XXI y una
buena colección de autores argentinos del siglo XIX y XX, cuya exhibición está
restringida en la actualidad en vista de los trabajos de remodelación que han
sacado de circulación muchas obras.
Visitarlo resulta sofocante en algunas salas, por
deficiencias en los sistemas de aire acondicionado. Por falta de espacio tal
vez, en otras salas las obras se apeñuscan atiborrando paredes hasta alturas
que dificultan su visualización. Pero hay que verlo, definitivamente y esperar
que cuando finalicen las adecuaciones se logre una exhibición más armónica.
El arte moderno y contemporáneo se encuentra en museos,
galerías y fundaciones que difunden obras de varios artistas o colecciones de
autores en particular. El MALBA, el MAMBA, el centro cultural Recoleta, el Sívori,
el Palais de Glace, el PROA, el Quinquela Martín, el Xul Solar, entre otros,
dejan ver un panorama amplio de propuestas.
Pero el gran museo sin puertas ni paredes está en la calle.
Esa memoria que impacta el cerebro del que observa, se exhibe sin catálogo ni
curador. Las pequeñas historias que se tejen en las esquinas de los barrios,
los rostros de los ancianos que dejan intuir su vida entera, los gestos
intrascendentes de los transeúntes que se reflejan en las vitrinas sin saberse
observados, las multitudes, los lugares,
van construyendo un álbum de pinturas y esculturas sin título y sin autor.
El artista en su obra da pautas para volver sobre lo
habitual y descubrir líneas, colores, texturas, relaciones con el espacio,
sombras, pigmentos, puntos de vista, planos generales, medios, primeros planos
y una cantidad de información estética que de otra manera pasa desapercibida.
Así como en la literatura hasta el tedio adquiere sentido,
las artes plásticas transforman la percepción del mundo visible. Después de que
alguien se ha dejado impactar por el arte ya puede volver a mirar con asombro lo que siempre estuvo ahí y
reinventarlo, darle otros significados, entenderlo de otra manera.
Muy Buena Lectura, La Felicito Cristina Toro ATt:Donovan Valencia
ResponderEliminarGracias Donovan: Me alegra que te gusten mis relatos. Tu comentario me anima a seguir. Saludos. Cristina Toro.
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